Osip Mandelstam

Yo he regresado a mi ciudad, que conozco hasta las lágrimas,
Hasta las venas, hasta las inflamadas glándulas de los niños.

Tu regresaste también, así que bébete aprisa
El aceite de los faros fluviales de Leningrado.

Reconoce pronto el pequeño día decembrino,
Cuando la yema se mezcla a la brea funesta.

Petersburgo, todavía no quiero morir.
Tú tienes mis números telefónicos.

Petersburgo, yo aún tengo las direcciones
En las que podré hallar las voces de los muertos.

Vivo en la escalera falsa, y en la sien
Me golpea profunda una campanilla agitada.

Y toda la noche, sin descanso, espero la visita anhelada
Moviendo los grilletes de las puertas.

Como hablar

Como hablar de cosas que alguna vez valieron algo a nuestros ojos. Como creer en océanos poblados de peces, como creer en animales que una vez existieron, en gemas y geodas, en altas cordilleras. Como dormir de lado y con la puerta cerrada. Como inventar negocios, como jugar con pan. Como mirar los árboles sin nombre. Como creer que existen los relámpagos. Como el olor a gato y pies suaves. Como mundos fantásticos con viento y hierba fresca. Como ríos pequeños, como sauces. Como heridas doradas y calles y fronteras. Como cosas que fueron y ya no tienen nombre. Como hablar sin motivo. Como escalar un muro que da a ningún lugar.

Delgadas paredes de papel

. -¡No es tu amigo! ¡Mírame, mírame bien! -decía- No es amigo tuyo. No significa nada para ti. -Y, soltándole los carrillos, le agarró del brazo derecho y se lo llevó calle arriba.
. No sé con quién estaba ni quiénes eran ellos. Por supuesto, él no era mi amigo, pero me apetecía hablar. Volvimos a entrar al bar y pedimos cerveza. No debía quedar mucho para que nos largaran de allí y había que aprovisionarse a toda prisa. Cada quien apuraba lo suyo, buscaba un lugar donde saltar, recorría las caras y los couerpos con ganas de mear o vomitar.
. Ahora todos se levantan. All you need is love, cantan a coro. Yo apenas hago caso. Agoto la cerveza. Como siempre, hay quien prentende a quien, hay quien rehuye. ¡No son tus amigos!, insinúa una voz. Alguien habla de marihuana y yo digo que sí, o asiento con la cabeza. Aquí rompo una taza.
- O -
. Esta es la hora crítica en la que se desparrama o se duerme. Los muros de los edificios establecen un vínculo musical con el interior de mi cabeza, en ella resuenan versos y dejo que los brazos me lleven donde sea. Una psicóloga me aborda pero quiero moverme, adueñarme del mundo y ella sigue anclada en medio de la barra, mirándome bailar. Muevo los pies, seguramente mal, borracho de la noche que se escapa, de las últimas noches. Muevo los pies y bailo sin esperar a nadie.
. El grueso del grupo se va y yo me quedo solo y dueño de mí mismo. Quédate a dormir, me dice Alberto. Yo no sé qué hago allí ni por dónde he llegado. Creo que en mi vaso hay whisky, aunque no me gusta el whisky y en otro lugar me esperan yendo de un bar a otro. Así no vas a llegar a ningún lado, me dice, pero a fuera las iglesias zumban y se mueven, mis pasos las convierten en enormes banderas. Tal vez sea un error pero hay una satisfacción en caminar solo diciéndose a uno mismo no me debo sentar en el portal porque de ahí no me muevo.
- O -
. Me despierto a mediodía. El mundo sigue igual. La borachera me dura en lo más íntimo. Alberto me llama riéndose de mí. Yo le mando a la mirda y salgo de casa para tomar un café. Odio los perros ladrando. Los gallos me taladran la cabeza. Que no son mis amigos, pues a la mierda, me digo. A la mierda, a la mierda. Y en vez de un café me pido una cerveza.
. Aspiro a que nada modifique mi falsa serenidad. A que ante cualquier encrucijada sea capaz de elegir el camino del medio, la suma de todos los caminos. Dejo mi mente en blanco como si pasaran horas. Respiro cada segundo de ese tiempo imposible. Soy hijo de la serendidad y del exceso, me digo. Esta noche volveré a buscarme aunque nadie me sienta como prójimo. Tal vez sea capaz de condensar un rostro o la vida se simplifique o acabe durmiendo en un sofá.
- O -
. El salta sobre mi cuerpo y me despierta con la brusquedad de un día de diario. ¿Qué pasa?, pregunto. ¿A qué tanto ajetreo? Algo se mueve a mis pies, intenta morderme los pies o cortarme las uñas. Yo rechazo el contacto y hago que desaparezca. El se levanta para preparar la ducha. Camina descalza y desnuda, tal vez nunca regrese, se cuele en los desagües o se la lleve un viento por debajo de la puerta.
. Me llama Alberto para que veamos el fútbol. Sabe que no me gusta el fútbol pero le digo que sí. Sospecho que tampoco le gusta. Comemos unos pinchos, conversamos un rato, dejamos que el tiempo pase sin preguntarnos por qué.

Así se ganan ustedes la fama y el respeto de la gente





Mientras dos jóvenes se abrazan en un fingido escorzo, acoplando unos cuerpos sin gracia e infantiles, un energúmeno agita sus brazos o sus aspas, en busca de un lugar efímero y altivo. Somos como pedradas que no alcanzan al río. Gente que no ha podido más, porque o se pide o se tiene. Conteplemos los rangos, los belfos, las argucias de aquellos que son alguien ante esta aristocracia de nosotros vacíos, excéntricos y solos. Disfrutemos, Carelia, esta vitalidad del acaparo, la banal sensualidad en las sonrisas, ese movimiento impune de un hombre hacia otro hombre. Fuéramos simulación o simulacro. O injuria. O alegre vecindad. Y no este someterse a la codicia, efímera también, del ni siquiera importa, del no te vuelvo a ver. Sin paz ni desayuno nos esperan los días, recreándose, inútiles, en una obcecación que siempre será nuestra: sentir una humildad que sí nos pertenece. Patrimonio de todos que no regala nada.

Borges, Obras Completas, Tomo II

Mientras hierve el aceite y esperan las patatas intentamos restituir un olvido, reconvenir una institución que poco a poco languidece. Van pasando las páginas. Yo sé que hay un descuido detrás de cada espejo, un cuchillo falaz que nos devora dejándonos desnudos el uno frente al otro. Y sé que es imposible.

Elisa me mira. Me dice ya acabaste y asiento un poco, como diciendo no, o un poco o no es lo que quería. Le hago caracoles en el pelo -porque su pelo está ahí- y el espejo se raja como sugiriendo un trasfondo. Ir-venir. Luchar-sacrificarse.

Echo las patatas, bien cortadas para buscar el crujido. Chac. Se me prefigura un reloj. Chac. Chac. Podríamos ir a Brasil, sugiere Elisa y la idea me sorprente, como si fuera un nunca, un rumbo insospechado, una mitología aún sin desarrollar y por lo tanto viva. Brasil, repito, retardando la enunciación, como si en la sola palabra pudieran trascurrir unos meses allí, los ríos y las selvas, la música mestiza, las entrañables raíces de una lengua y las tardes al sol. Brasil sería una sorpresa.

No comprendo todavía los recorridos del mundo, me obnibula pensar en los siglos y las generaciones, de niño tuve un atlas y en sus hojas me miro. Es hora de comer, el tomo queda en una mesa, el poema se repite, la vaga luz, la intextricable sombra.


Sin miedo de la balacera

Con Mariel Martínez
Al doctor Castellanos, Gonzalo Rojas y Julian Herbert
0.
Noche frías de aguardiente,
aguardentosas noches frías,
frío de la noche ardiente,
muerde
la balacera
1.
No tengo miedo a morir en esta balacera,
ajos, ojos, ajos
agasajadme
los ojos ajos.
No tengo miedo a morir en una balacera.
4.
Calibre 48, 27, 32.
El gatillo caliente
mojado de aguardiente.
Mañana por la mañana domaré
mi primer caballo.
6.
Oscura noche oscura
de balacera dura.
Se me atrofio la troca,
no queda otra.
7.
Fusca,
brusca,
se busca
fusta.
en esta noche oscura
de pura balacera.
2.
Espeluznante jeta abierta,
en plena balacera.
Sobre la acera yaces,
muerta.
8.
Suena un corrido,
aúlla un perro,
cuatro cráneos abiertos
en una sola noche.
Los narcos beben seguido
tequila y aguardiente.
Aúlla un perro,
canta un gallo,
amanece.
9.
Porque no temo morir
en una balacera
bebo sobre la acera
tequila y aguardiente.
13.
Hay veces en la noche,
yo no sé,
en que te asaltan las putas,
pistolas,
balas,
perros aullando a la troca
destartalada.
11.
Pasa la llanta
sobre el cadáver.
La sangre salta
sobre la calle.
Viene la patrulla
con sus chingaderas.
Bebemos tequila y mezcal
sobre la acera.
16.
No la toques ya más
que así es la balacera.

Relato soñado

Como comienzo el mar. Jugar al miro o al miramos. Al quiero y al deseo, la vil sexualidad. Luego, al regreso, una casa de trapos limpios y brazos enlazados por detrás de la espalda pesando a cada segundo más. La llamada del enfermo, la trivialidad de la muerte, la prostitución, nos sirven de retardo. Y lo que importa del encuentro no es la vida frugal de lo pasado sino un porvenir abierto de oscura incertidumbre, la imposibilidad de volver a la rutina segura que un simple comentario enturbia y estremece. Ahora ya es la noche territorio de sueño e inquietudes, de prostitutas y clowns, amenaza en disfraz. Es la alegría la que en esta vaga vigilia languidece. Todo volverá a ser igual y no seremos los mismos.

Hotel Savoy

Dime si no es cierto que las guerras, si no es posible, si no puede decirse que las guerras, las guerras, las guerras. Gentes a borbotones escapan de la guerra, gentes que pueden morir, escapan de la guerra tal vez para encontrar la muerte, la muerte que la guerra también ofrece muerte. Y acabada la guerra gentes en tropeles, gente que huye, que busca o que regresa. He aquí el joven, el tal vez judío o tal vez burgués o tal vez elegante individuo que se desplaza, atraviesa, las largas extensiones, los terrenes infinitos de la más ancha Europa para encaramarse en Viena, en la suntuosidad onírica de un pudo ser o un fue y ahora es traje gris, gastados mocasines, trampas y vaho y gas en el Hotel Savoy. Tal vez nada suceda o acaso suceda todo en el Hotel Savoy: la gente muere y procrea, los botones dejan cuentas impagable y el ascensorista otea los leves entresijos de una vida de hotel en la que el paso consume y estanca más allá de los brillantes pisos de la alta burguesía. En esta ciudad de sombra que recorrieron Meyrink, Schnitzler, Musil, Zweig y de la que escapó el propio Joseph Roth solamente el fuego es capaz de dejar algo en claro, tal vez la amistad, la desaparición de un mundo, otra vez el camino.

No se acerquen al muro

Hordas acadias asolaban Mesopotamia, Lagash, Ur y Uruk. Los infantes de armadura y escudo eran incapaces de defenderse ante los rápidos movimientos con que les cercaba la muerte. Eran cuerpos enormes cuerpos dianas ejercicios para los acrobáticos bárbaros. Más allá Asia carecía de historia y de legado, más allá Europa cazaba lobos cavernas lascas, más allá Karnac, Luxor. ¡Salve! ¡oh! ¡Dios! Todos somos hijos de los bárbaros.
*
Guadalupe mira el espejo, Guadalupe son pecas, tiene la chaqueta arrugada, de piel que recuerda a un guepardo. Guadalupe los pliegues del guepardo.
-Abuela.
*
Samarra, Kanesh, Samaria.
Cántaros.
Hordas acadias, caballos, arqueros, ancestros mongoles, Kublai, Tamarlán, hordas intempestivas, el vientre de Gilgamesh y del Rey Mono. El Sardanápalo llanto de las huríes
(Émbolos lúbricos lobo pásame cerca
Hónrame mansa soy como
Sésamo
Ácima soy cae sobre mí a
Cércame al líbame
Lágrimas
So)
*
Guadalupe quiere dormir, su novio -ella no tiene novio-, su amigo -no tiene amigos-, mira el espejo, Guadalupe son pecas, pecas para mirar y cántaros.
*
Hordas acadias, Sargón, el rey Sardanápalo, columnas vertebrales sobre columnas vertebrales, vértebra tras vértebra inerte, vértebra inerte tratando de girar, mirar atrás, cimitarras matarifes Samarra y
(Yo amo
Tú amas
Él/Ella/Usted ama
Nosotros/Nosotras amamos
Vosotros/Vosotras amáis
Ellos/Ellas/Ustedes aman
Yo amaba
Tú amabas
Él/Ella/Usted amaba
Nosotros/Nosotras amábamos
Vosotros/Vosotras amabais
Ellos/Ellas/Ustedes amaban
Yo amaré
Tú amarás
Él/Ella/Usted amará
Nosotros/Nosotras amaremos
Vosotros/Vosotras amareis
Ellos/Ellas/Ustedes amarán)
La tierra sobre la que aquellos que precedieron vértebra sobre vértebra para mirar atrás.
*
Guadalupe. La sed de los cántaros ácimos
(Trescientas noches como trescientos óbolos
Esta noche también he de morir
Esta noche también he de morir
Esta noche también he de morir
Esta noche también cinco meses ciento cincuenta noches
También he de morir y de mis huesos
La escarcha para el camino
Leche
Miel)
*
Y el espejo, rupturas -no tiene novio, amigos-, cascos quebrados, cuernos que chocan o espadas, leche de cabra.
-Guadalupe. ¿Qué quieres?
-Guadalupe.
(Yo amo
Tú amas)
No tiene novio, roto el espejo, hordas akadias, Samarra
(Yo amaba
Tú amabas)

-Sal de una vez de ese baño.

No ya el noble fuego...

No ya el noble fuego sino el rastro de incienso que deja espeso el aire en ruido de campanas. Ni siquiera el viento se atreve a cuestionar el trabajo de sogas y de hombres. Todos somos el trombón o la tuba, la trompeta que juega con la canción romántica de sábados continuos. Y si alguna vez el tiempo nos arrastra seamos nosotros capaces de correr alrededor de esta atalaya de historias. El horizonte nos descubra como una parte más de su cerco de niebla y pan caliente.

Esta estancia

Van cayendo las lilas, sangre en la liebre para trazar la curva o una boñiga así, cordillerosa.
Pero también la percepción de las colinas, tal vez más elevadas, se expande como un litro de vacío.
Esta es la reacción, un crecimiento verde, diversos tipos de araña, una sucesión: abejorro, avispa, lagartija.
He entrado por puertas y por calles que fueron mis ancestros. Lugares donde es posible abrir los oídos y escuchar suaves ecos, el tío, el bisabuelo.
He reído en la gente para encontrar la risa de mí mismo, la mínima porción.
Esta es mi estancia previa, mi verdadero nudo. No importa la ciudad, su falible sorpresa.
El sol destella en fachadas en las que mi padre puso su mano apresurada. Hay una anécdota repetida en las ventanas, los arcos. Una suma de vidas repuestas en cuestión, reducidas al ocio del oído.
Quizás alguna vez se cuente algo de mí.

Otras inquisiciones

Jorge Luis Borges: Otras inquisiciones**
Lawrence Durrell: Balthazar***
Félix Huamán Cabrera: El pedregal de Yaname*
Claudio Magris: Microcosmos***
Roberto Calasso: La ruina de Kasch***
Raúl Pérez-López Portillo: Historia breve de México ?
Jack Kerouac: En el camino***

Hysterical & Useless (O de un optimismo entreverado)

(vacío de calles, silencio pesadez, gallo, coraza, escama, luz caparazón)
YO: El hacha que podría cortar la soga crea astillas en vez de liberar el cuello se procede así a la destrucción del idilio con la remota posibilidad de que la vida sirva para
PÁGINA: Dijo Yavhe y la sangre correrá sobre la espalda de todos aquellos que quieran someter o imponer o defender o simplemente se encuentren en el lugar apropiado o en cualquier lugar para morir.
YO: De esta forma el tiempo que debería ocuparse en fijar de alguna manera la realidad a punto de quebrarse es asímismo quebrado rehusado opacado por otra necesidad si bien postergable sin embargo imposible
(ruidos, la cabeza eléctrica, incapaz, -pero siempre- repetidas)
PÁGINA: Entonces salen son persiguidos hablan no se sabe
YO: Quizás sea necesario algo más que la voluntad de pericia que permite apreciar ciertos movimientos ciertos matices para los que sin duda hemos sido preparados
(urgencias, gritos, mutaciones)
AMBOS: Una reacción química
AMBOS: Ahora ya
AMBOS: Que deben olvidarse

Borrasca sortiliegio

Todo el mundo huye
Corre a explicar a buscar a llamar a intentar a encontrar
Mira mi vida mis huesos. Estos huesos. Mira mis huesos. Mira mis huesos

Y un lejano ¿Qué quieres? Exacta y firmemente lo que quieres
Porque ya no hay nosotros
Así que si quieres gritar abre la boca, frota con sí misma la garganta sin emitir un sonido
Repite cuanto sea necesario
Que no tarde en dolerte la garganta
La boca bien abierta para que nadie escuche
Toda tu vida, explícate

(La historia se repite, la explicación se repite, la intuición se repite, la sensación se repite)

También se puede cantar, recitar, arreglar un jardín

Doce cuentos de amor y una ballena

Para hablar del amor es necesario
tener algo que decir,
querer salir de la ballena
porque el mundo va en ello.

Delicioso suicidio en grupo

La alegría o la delicia de un suicidio, raramente pueden ir más allá de la línea de un título.

Henry Black

Gudrum abre su sexo para que surjan mareas, puertos, conflictos, fantasmas repetidos, levemente teóricos, como dramas de dificil precisión.

Sobre una pared blanca se abre el sexo de Gudrum gotea como el espanto en una pintura de Bacon. (¿Estará el hombre de expaldas en la exposición de El Prado? ¿Esa figura torva de blanca pesadilla?)

El sexo abierto de Gudrum como otra reflexión.

La reflexión del sexo.

Continua.

Hipnotizándome.

Ese rosa brillante que se llama hermosura.

Los dedos hurgando ahí, retórica de pelvis sin el semen.

Francis Bacon, Estudio del cuerpo humano, 1949

La invención de Morel

Especulaciones vanas, salas de hotel y nombres asombrosos pretenden reunirse en un lugar que acaba convirtiéndose en común. La obra como representación de lo que no puede lograrse. La necesidad de un mecanismo capaz de integrar lo suficiente. (Hay quien lo llama cálculo)

El color del verano o Nuevo Jardín de las delicias

Con una cruz al hombro, no una cruz, con algo parecido a un peso habré de caminar. Correrán los toriles mientras (ya es la hora llegamos tarde) yo sueñe con la carne despiezada, un aumento de lente para la canción del hombre. Imaginaremos perlas, una deliciosa prolongación de carreteras curvas, el presupuesto ajustado pero el camino no.

(Y la cruz elevándose, los tirones, algo memorable, difícil de olvidar)

Minuciosamente podría dibujarse cada árbol, las curvas del camino, los nombres extraños y los idiomas perdidos. Todo será como un baile, sin máscaras, sin labios leporinos, zapatos de cocodrilo, rímel y purpurina. Toda dictadura será nuestro camino. Un onanismo pleural: la voluntad de aire.

(Alabemos la pinga de leche en el café, los glúteos submarinos, juguetones)

Qué alegría llevarse toda la patria a cuestas. Recorrer preferencias y encontrar el camino para otras posiciones. Dejar que el dictador se ahogue sin esfuerzos. Sabiéndonos culpables disfrutar del trayecto.

Catedral

Hablamos por la noche. Carver es la tristeza pero por suerte hay una especie de antimateria, algo en el universo. Mariel se ríe y me callo. Vuelvo a hablar. Me gustaría poder hacer las cosas de otro modo, en otro lugar. ¿Qué importaría Carver en un momento así? Continuamos hablando. Por suerte siempre tenemos algo que decir. Mientras la cosa siga así no corremos peligro.

El deseo burlón



Llegar a la ciudad, recorrer la ciudad, conocer a tres o cuatro borrachos de los que no es posible despedirse, perder una oportunidad, otra, creer enamorarse, inventarle nombres a los perros para poder decir “El otro día estuve con Gregorio”, fingir emocionarte por un tema cualquiera, vivir la melancolía (miedo, tristeza, aislamiento, pesadillas, rechazo de la gente, etc.) más que cualquier libro y, luego, darte cuenta de que has llegado a casa.

Pasaban en silencio nuestros dioses

Después de todo, las cosas siempre acaban siendo bastante más sencillas. No somos la gente chula y eso tampoco importa demasiado. ¿Ideales? Si los tuvimos fue antes de aprender a vivir. Nunca viajaremos en coche por la Zona Rosa ni por el Periférico, porque no tendremos coche. Quizás podamos ir a téibols si la ocion lo requiere, pero discretos, sin siquiera ser capaces de despertar la atención. Obvio, nos joderán, como a todos. Siempre habrá algo demasiado grande, demasiado instintivo en toda la ciudad. Algo nos sorprenderá. Y será suficiente.

Limones amargos

Hacia mitad de la historia puede rugir el hombre. ¿De qué nos sirve entonces alicatar el excusado?

Crónicas de motel

El camarero lanza dardos contra la máquina eléctrica. La muy imbécil reproduce el sonido del viento cuando la punta se clava en la zona de puntos. Un ruido innecesario. Muchos dardos se caen, el tipo es incapaz de clavarlos todos. En la televisión no paran de hablar de la nieve y el frío. Yo releo unas historias del libro de Sam Shepard intentando no prestar atención. Acabé con el libro hace menos de cuatro días y ya no recuerdo las frases ni por qué me gustaron. Habla de bicicletas, de conejos, de sierras mecánicas y actrices de reparto. Sencillo, bastante sentimental. El camarero se sirve una copa. Debe estar a punto de cerrar y quiere irse calentito para casa. A veces me gustaría ver películas viejas, imaginar todo esto en la pantalla de un cine. Shepard contaba algo y yo me imaginaba saliendo del videoclub, tumbado en la cama delante de la película. No sé por qué me imaginaba a John Wayne. Saco un euro para pagar mi café. Quiero aprovechar para comprar tinta antes de que cierren en la papelería de al lado. Cierro el libro y lo he olvidado todo.

La muerte de Carlos Gardel

Sé que no tiene que ver nada pero el primer recuerdo es un esqueleto de ballena, el río de la plata, la provincia rebelde y un café en colonia sin necesidad de huir. Algo tan poco adecuado como Castelar, Ale dibujando una canción en una libreta que ahora ya no existe, una fotografía abrazado a mi padre, uno con el sombrero negro y otro con el sombrero gris. Las palabras Damaza, Benfica, Sesimbra remiten a esas calles bajas, debajo de la catedral, en las que cantaría Gardel. Tiene bastante sentido invocar a Gardel y acabar en Lisboa. Hay algo de cono sur en las orillas del Tajo, el camino puede recorrerse en ambas direcciones. Yo me asomo a una ventana, debajo pasan negros, bolivianos, mujeres que cargan verdura y pechugas de pollo, de un pollo que no acaba de morir. Pronto bajaré al bar para tomar un vino, los barcos cruzan el río en dirección a Almada y el verdadero odio que no se parece al desprecio sino a la comprensión, a los jardines botánicos y los parques vacíos.

Si cayera de nuevo

Imagina una vela, una cucaracha en mitad de la noche, pasos a lo lejos, agua que se vierte -despierta- o un olor de semen, sudor, radiografías, la luz que parpadea como un ventilador y en la pesadilla me besas, nos besas, haces del mundo un pequeño susurro, cierta imprecisión en la que apenas nos volcamos descubrimos una carretera infinita, efímera, un susurro de carbón, más largo todavía, conteniendo el aliento. Cristales que evaporan de la boca, un susurro -decía- más lejano, un verdadero hueco, sin reportajes, sin interrogaciones exóticas, respuestas de una frase que no implican sosiego, vecinas del invierno como un gorro de lana, un corazón gigante girando en el estómago, una instantánea, un gesto verosímil -la eternidad. Algo que no importa pero sigue cociéndose y las palabras que más que a un universo se parecen a un cine, una jaula de luces, otro impedimento más.