Así se ganan ustedes la fama y el respeto de la gente





Mientras dos jóvenes se abrazan en un fingido escorzo, acoplando unos cuerpos sin gracia e infantiles, un energúmeno agita sus brazos o sus aspas, en busca de un lugar efímero y altivo. Somos como pedradas que no alcanzan al río. Gente que no ha podido más, porque o se pide o se tiene. Conteplemos los rangos, los belfos, las argucias de aquellos que son alguien ante esta aristocracia de nosotros vacíos, excéntricos y solos. Disfrutemos, Carelia, esta vitalidad del acaparo, la banal sensualidad en las sonrisas, ese movimiento impune de un hombre hacia otro hombre. Fuéramos simulación o simulacro. O injuria. O alegre vecindad. Y no este someterse a la codicia, efímera también, del ni siquiera importa, del no te vuelvo a ver. Sin paz ni desayuno nos esperan los días, recreándose, inútiles, en una obcecación que siempre será nuestra: sentir una humildad que sí nos pertenece. Patrimonio de todos que no regala nada.

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