La muerte de Carlos Gardel

Sé que no tiene que ver nada pero el primer recuerdo es un esqueleto de ballena, el río de la plata, la provincia rebelde y un café en colonia sin necesidad de huir. Algo tan poco adecuado como Castelar, Ale dibujando una canción en una libreta que ahora ya no existe, una fotografía abrazado a mi padre, uno con el sombrero negro y otro con el sombrero gris. Las palabras Damaza, Benfica, Sesimbra remiten a esas calles bajas, debajo de la catedral, en las que cantaría Gardel. Tiene bastante sentido invocar a Gardel y acabar en Lisboa. Hay algo de cono sur en las orillas del Tajo, el camino puede recorrerse en ambas direcciones. Yo me asomo a una ventana, debajo pasan negros, bolivianos, mujeres que cargan verdura y pechugas de pollo, de un pollo que no acaba de morir. Pronto bajaré al bar para tomar un vino, los barcos cruzan el río en dirección a Almada y el verdadero odio que no se parece al desprecio sino a la comprensión, a los jardines botánicos y los parques vacíos.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Gracias por las fotos y las multitudes que traen consigo.

Profesora Letizia Torres Nasti dijo...

Hola Alfaro:

Me siento muy feliz por ti, estos dos ultimos relatos tuyos tienen mucha fuerza, y parece que a cuenta gotas vas sacando toda esa maravilla que te trajiste dentro; o que quizás siempre estuvo alli y ahora le consiguieron las alas.
Sin más, ya hablaremos.
Un abrazo desde los madriles!
p.D.Ya tengo trabajo!!!