Que farei quando tudo arde?


se pregunta Lobo Antunes, citando a un poeta del S. XVI. A lo largo de todos estos siglos Sá de Miranda ha observado los avances del tiempo sobre de la Puerta Especiosa de la catedral vieja de Coimbra. Lentamente, el aire ha ido apropiándose de los medallones hasta convertir los refinados rostros en desesperados gritos de un desvanecimiento fatal. Dentro, tres águilas bicéfalas que fueron bizantinas, austrohúngaras, serbias, toledanas y rusas, vigilan el reposo de Doña Vetaça, una princesa bizantina que presa de las telarañas políticas de la Edad Media europea acompañó los desvelos de una santa, escuchó las cantigas de un rey y mandó edificar una iglesia en Sines -donde se salvó de un naufragio y descubrió Portugal- que el gran descubridor, Vasco da Gama se encargaría de reconstruir tras su viaje a la India.

Yo respondo: Escribe. Haz que el corazón pase por encima del mundo.

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