Fragmentos de un viaje a Valencia

[Com Brandão]

Introductoria

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Mientras le echo el diente a la empanada del Mercadona, pienso en el par de comienzos que en estas horas previas había ideado para la narración del viaje. Recuerdo un paquete en la estación del metro, las alusiones a Sabrina, La Celestina, los enanos y la aristocracia de la isla de Redonda. Recuerdo también la narración del origen Son las doce y cuarto de la mañana, acabo de asesinar a mi último diario, mis contactos en Barcelona no parecen dispuestos a emborracharse un miércoles pero quiero vivir una experiencia aprovechable [nótese el silogismo o rima intenrna -emborracharse-vivir-aprovechable-]. Todo ello podría alargarse hasta completar por sí mismo un texto de enormes dimesiones pero yo ya rechazo los auriculares que me ofrece la empleada de Renfe, observo los graffitis y los pisos de Sants. Una voz melosa me da la bienvenida a este tren Euromed con destino
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Alicante
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Para velar por nuestra comodidad nos ofrecerán el visionado de la película
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Rocky Balboa
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Yo me serviré de los cuentos completos de Cortázar, Esperando a Godot y el libro de Flaubert que me regalón Brandão. Él me estará esperando en la estación de Valencia.
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Servicio de cafetería

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Mar azul y tranquilo, arena naranja, palomas, roquedos intermitentes. Una mujer morena, probablemente sudamericana, llega al bar detrás de mí, me quito los auriculares por si quiere hablar, luego llega un tipo que se recuesta contra el cristal. Ella paga y se va, el tipo se levanta pero no compra nada, juega con el móvil, disimula, yo me pongo los auriculares.

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Tomo nota para posibles localizaciones. En algún momento Víctor Matas, Lucila y el Brandão ficticio han podido pasar por aquí viajando en automóvil, o quizás hayan ido por el interior, vía Teruel y Cuenca, todavía debo decidirlo.

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Soy incapaz de concentrarme en Flaubert. El sol ya me deslumbra con sus primeros amagos de horizontalidad. La camarera se parece a Charlize Theron en Noviembre dulce. Yo siempre quise hacer eso de un romance con final delimitado, leyendo cada día un capítulo de Rayuela pero estoy seguro de que antes de llegar al ¿Encontraría a la Maga? ya querría que el libro no se acabara nunca. Virtudes de Cortázar [aquí podría ir una lista pero no me atrevo].
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Deben ser destacadas las enormes caídas y angulosidades de estas montañas que vigilan el mediterráneo, también cómo éste parece guiñarles un ojo con la multitud de espuma y reflejos que generan las olas desde más allá del horizonte. El mar es todo ojos / etc.

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[No tan] ebrios versos

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No puedo recordar nada
sólo las tablas de surf
convertidas en máscaras,
un saludo frustrado y el olvido.
Pero a pesar de todo
la nada se tambalea
y la vida rebosa,
intenta delimitar algo,
no sé qué...

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Intento de narratividad

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En realidad, no había nada, o sí, ¿quién sabe? Sí, había algo. El humo de un cigarrillo. Así, la historia podía empezar.
-Este lugar está lleno de gente peluda.
-¿Qué querías?
-No sé. Algo con glamour.
-Lentejuelas, por ejempo.
-Lentejuelas que destellan
bajo cualquier bombilla,
Michael Jordan, una partida
de Risk, el ventilador parado,
innecesario.
-En realidad somos parte de Blade Runner,
en este lugar lleno de juegos, de drogas,
de gente barbuda.
-Sí, eso es lo que somos, barbudos sin alma,
vendidos a las letras, a la pluma.

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Frases sueltas

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"Brandão, tienes que jugar al futbolín"
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"No me des de comer de tu cuchillo"
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"Eligen sucios compromisos evitando la verdad"
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"Todo el deporte que no hice en mi infancia lo voy a hacer ahora con los ojos"
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"Curra, curra, que para eso te pago"
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Interrogación final

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¿Por qué, durante un buen puñado de años, tuvo tanto éxito la música italiana?

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Mientras tú existas,
mientras mi mirada
te busque más allá de las colinas,
mientras nada me llene el corazón,
si no es tu imagen, y haya
una remota posibilidad de que estés viva
en algún sitio, iluminada
por una luz –cualquiera...
__________________ Mientras
yo presienta que eres y te llamas
así, con ese nombre tuyo
tan pequeño,
seguiré como ahora, amada
mía, transido de distancia,
bajo ese amor que crece y no se muere,
bajo ese amor que sigue y nunca acaba.

Ángel González, Mientras tú existas
Caía la noche sobre aquel París de antaño: /
cruzaban, lentos, la pasarela y encima del poniente /
lució la estrella del pastor. Jorge Spero giró con elegancia /
estrechando el talle de la sólida demi vierge. Señaló con el índice y aspiró a fondo: /
-Venus, planeta segundo, /
eravita a dieciocho millones de leguas del sol. /
(La joven Yclea, dulcemente, aprobaba; sonriendo /
entornaba pestañas pajizas.) /
______________ un tren expreso /
lanzado a la velocidad de sesenta y tres millas por hora /
tardaría siete años y medio en alcanzar aquel astro. /
____________________________________ Venus, insistió /
-Jorge se enardecía-, /
con una densidad de cuatro punto cincuenta y uno, /
desplaza cada dieciséis minutos un volumen de once trillones de toesas cúbicas; a Marte /
-rozaba Yclea con ocho dedos la barandilla del puente- /
Dicho expreso tardaría diecinueve años. -¿A Júpiter? –bisbiseó la hermosa /
desfalleciente mientras el sabio, volviéndola sin ceremonia, le buscaba en el pecho. /
-Cincuenta y dos años siete meses. -¿Saturno? /
-¡Ciento cuatro años! –y salvajemente la teta diestra. /
Yclea, mordiéndose los labios: -¿Neptuno? /
-¡Quinientos veintinueve y veintiséis semanas! /
(Spero se abalanzó. La joven bramó como un reno /
pero logró apoyar los codos en el pretil y apretar ambos puños.) –¿A la Polar, entonces? /
-¡Tres mil setecientos lustros! –Y él aferrado a las caderas, /
embestía frenético por detrás, ropa contra ropa, falda y miriñaques. /
-¿Aldebarán? /
-¡Trescientos nueve siglos! -¿Antares? –¡Ciento cuarenta /
y ocho mil años! (Ella oscilaba con el amado /
subido a su opulenta espalda /
y pataleando al aire) -¿…Sirio? –los dientes rechinaban. /
-¡Seiscientos treinta y cuatro mil bisnietos! –Jorge se restregaba con violencia, /
resoplaba en aquella nuca rubia. /
Unos deshollinadores hicieron alto para mirar a los novios. /
-¿Betelgeuse? -¿Cuál dices? –Betelgeuse. Alfa /
Orionis, pues. –¡Dos millones doscientos mil /
trimestres! –un académico los contemplaba distante a pocos pasos, /
cruzando hacia el Instituto, espadín y bicornio; /
Jorge, con un largo gemido, comenzó a resbalar /
hasta que las puntas de sus botines tocaron de nuevo el suelo. /
-¿Las Pléyades? –Suspiró la bella con alivio, mirando aún hacia el río, por si acaso. /
-Millón y pico… -ya él /
se corregía el gorro, peinaba con languidez los pliegues de su capa /
y ofrecía gentilmente el brazo a la blonda noruega. /
Creció la noche y en ella se perdieron, despacio, discretos.

Gerardo Deniz, Gani