Las reglas del juego

No se trata de defender el romanticismo, tampoco de buscarlo. Pongo los pies en el suelo, sólo soy capaz de contemplar mi rigidez y la inestabilidad del mundo. Creo que tiene que ver con la situación de un bolo pero aquí el proyectil es más sutil, inesperado. Por lo tanto, el planteamiento tiene mucho más que ver con la rutina reglada del juego que con la tentación del abismo o precipicio. La máxima puntuación conlleva el reconocimiento de los participantes. ¿Perder? Perder no importa.






















fotografia: Lisboa - Plaça Luís de Camões

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