Caía la noche sobre aquel París de antaño: /
cruzaban, lentos, la pasarela y encima del poniente /
lució la estrella del pastor. Jorge Spero giró con elegancia /
estrechando el talle de la sólida demi vierge. Señaló con el índice y aspiró a fondo: /
-Venus, planeta segundo, /
eravita a dieciocho millones de leguas del sol. /
(La joven Yclea, dulcemente, aprobaba; sonriendo /
entornaba pestañas pajizas.) /
______________ un tren expreso /
lanzado a la velocidad de sesenta y tres millas por hora /
tardaría siete años y medio en alcanzar aquel astro. /
____________________________________ Venus, insistió /
-Jorge se enardecía-, /
con una densidad de cuatro punto cincuenta y uno, /
desplaza cada dieciséis minutos un volumen de once trillones de toesas cúbicas; a Marte /
-rozaba Yclea con ocho dedos la barandilla del puente- /
Dicho expreso tardaría diecinueve años. -¿A Júpiter? –bisbiseó la hermosa /
desfalleciente mientras el sabio, volviéndola sin ceremonia, le buscaba en el pecho. /
-Cincuenta y dos años siete meses. -¿Saturno? /
-¡Ciento cuatro años! –y salvajemente la teta diestra. /
Yclea, mordiéndose los labios: -¿Neptuno? /
-¡Quinientos veintinueve y veintiséis semanas! /
(Spero se abalanzó. La joven bramó como un reno /
pero logró apoyar los codos en el pretil y apretar ambos puños.) –¿A la Polar, entonces? /
-¡Tres mil setecientos lustros! –Y él aferrado a las caderas, /
embestía frenético por detrás, ropa contra ropa, falda y miriñaques. /
-¿Aldebarán? /
-¡Trescientos nueve siglos! -¿Antares? –¡Ciento cuarenta /
y ocho mil años! (Ella oscilaba con el amado /
subido a su opulenta espalda /
y pataleando al aire) -¿…Sirio? –los dientes rechinaban. /
-¡Seiscientos treinta y cuatro mil bisnietos! –Jorge se restregaba con violencia, /
resoplaba en aquella nuca rubia. /
Unos deshollinadores hicieron alto para mirar a los novios. /
-¿Betelgeuse? -¿Cuál dices? –Betelgeuse. Alfa /
Orionis, pues. –¡Dos millones doscientos mil /
trimestres! –un académico los contemplaba distante a pocos pasos, /
cruzando hacia el Instituto, espadín y bicornio; /
Jorge, con un largo gemido, comenzó a resbalar /
hasta que las puntas de sus botines tocaron de nuevo el suelo. /
-¿Las Pléyades? –Suspiró la bella con alivio, mirando aún hacia el río, por si acaso. /
-Millón y pico… -ya él /
se corregía el gorro, peinaba con languidez los pliegues de su capa /
y ofrecía gentilmente el brazo a la blonda noruega. /
Creció la noche y en ella se perdieron, despacio, discretos.

Gerardo Deniz, Gani

2 comentarios:

Wu* dijo...

:) ... con olor a Rayuela...

crayola dijo...

guaaaaaaaaaaaaaaaaaauuuuuuu!!!!