Mientras hierve el aceite y esperan las patatas intentamos restituir un olvido, reconvenir una institución que poco a poco languidece. Van pasando las páginas. Yo sé que hay un descuido detrás de cada espejo, un cuchillo falaz que nos devora dejándonos desnudos el uno frente al otro. Y sé que es imposible.
Elisa me mira. Me dice ya acabaste y asiento un poco, como diciendo no, o un poco o no es lo que quería. Le hago caracoles en el pelo -porque su pelo está ahí- y el espejo se raja como sugiriendo un trasfondo. Ir-venir. Luchar-sacrificarse.
Echo las patatas, bien cortadas para buscar el crujido. Chac. Se me prefigura un reloj. Chac. Chac. Podríamos ir a Brasil, sugiere Elisa y la idea me sorprente, como si fuera un nunca, un rumbo insospechado, una mitología aún sin desarrollar y por lo tanto viva. Brasil, repito, retardando la enunciación, como si en la sola palabra pudieran trascurrir unos meses allí, los ríos y las selvas, la música mestiza, las entrañables raíces de una lengua y las tardes al sol. Brasil sería una sorpresa.
No comprendo todavía los recorridos del mundo, me obnibula pensar en los siglos y las generaciones, de niño tuve un atlas y en sus hojas me miro. Es hora de comer, el tomo queda en una mesa, el poema se repite, la vaga luz, la intextricable sombra.
Elisa me mira. Me dice ya acabaste y asiento un poco, como diciendo no, o un poco o no es lo que quería. Le hago caracoles en el pelo -porque su pelo está ahí- y el espejo se raja como sugiriendo un trasfondo. Ir-venir. Luchar-sacrificarse.
Echo las patatas, bien cortadas para buscar el crujido. Chac. Se me prefigura un reloj. Chac. Chac. Podríamos ir a Brasil, sugiere Elisa y la idea me sorprente, como si fuera un nunca, un rumbo insospechado, una mitología aún sin desarrollar y por lo tanto viva. Brasil, repito, retardando la enunciación, como si en la sola palabra pudieran trascurrir unos meses allí, los ríos y las selvas, la música mestiza, las entrañables raíces de una lengua y las tardes al sol. Brasil sería una sorpresa.
No comprendo todavía los recorridos del mundo, me obnibula pensar en los siglos y las generaciones, de niño tuve un atlas y en sus hojas me miro. Es hora de comer, el tomo queda en una mesa, el poema se repite, la vaga luz, la intextricable sombra.
1 comentario:
muy chulo el blog, no tenía ni idea q tenías uno! un abrazo ;-)
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