No ya el noble fuego sino el rastro de incienso que deja espeso el aire en ruido de campanas. Ni siquiera el viento se atreve a cuestionar el trabajo de sogas y de hombres. Todos somos el trombón o la tuba, la trompeta que juega con la canción romántica de sábados continuos. Y si alguna vez el tiempo nos arrastra seamos nosotros capaces de correr alrededor de esta atalaya de historias. El horizonte nos descubra como una parte más de su cerco de niebla y pan caliente.
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1 comentario:
Hola amigo mío!
Ya era hora de que supieramos algo más de tu obra...
Un fuerte abrazo.
Te queremos Luismo!
Letizia
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